domingo, abril 08, 2012

Daños colaterales de nuestros deseos (justos y legítimos) de independencia

Toni Soler escribe hoy, un poco de pasada, lo que yo llevo tiempo declarando. Que el Estado/Gobierno español es tan plenamente consciente de los deseos de independencia del pueblo catalán, cada día más, muchos más, por lo que hemos de aceptar, y en los últimos presupuestos generales se puede ver tan o más claramente que nunca jamás se vió, que las inversiones centrales en Catalunya y a pesar del descaro del déficit de las balanzas fiscales, sean cada vez más adelgazadas, casi anoréxicas.

Que arrinconen desvergonzadamente al eje ferroviario mediterráneo a favor de un eje central por Madrid, al aeropuerto de Barcelona en beneficio de Madrid/Barajas, que estrangulen el posible desarrollo del puerto de Barcelona, que dejen caer en ruinas la red de trenes de cercanías,  etc. ¿Por qué han de invertir aquí los dineros, ni que sean los nuestros mismamente (pero que ya están acostumbrados a quedarse, a robárnoslos), si al final nos vamos a separar? Lógica castellana pura y no les puedo culpar por ello ya que ellos son hispano-castellanos y defienden, ni que sea con malas artes como es habitual en ellos, lo que creen suyo.

Por esto, para evitar males mayores, es por lo que deberíamos adelantar al máximo nuestra secesión para eludir que, al final, ya no nos quede nada que salvar, más que la sardana...


Pero como siempre, casi lo peor son los tontos útiles de aquí mismo. Ya hace años, cuando escuchaba sus sermones por la SER, el escritor-filósofo Josep Ramoneda me parecía un pobre gilipollas izquierdoso-progre y de caída españolista (posiblemente por jacobino si bien, en esto, no tanto como el Josep Borrell).

Ahora parecía, desde que tenía una columna en mi periódico y sin que tuviese nada que ver que muchas mañanas me lo cruzase en la puerta de la panadería (es otro de estos progres de Sant Gervasi...), que se había vuelto un poco más catalanista. Falso espejismo. En su columna de hoy y al lado del artículo de Toni Soler, dice y tiene razón, que el trasfondo economicista no ha de ser más valido que el identitario para luchar por la independencia que, a regañadientes, puede entender. Pero su razonamiento para invalidar el motivo económico es repetir, como tantos fanáticos españoles, que el cálculo de las balanzas no es definitorio ya que hay tantos métodos distintos y distantes para obtenerlos...

Lo que es falso de toda falsedad. Solo hay uno de correcto y universalmente admitido; los demás son excusas de mal pagador, falacias y trampas saduceas.
Y luego también añade y en ello supongo que se quiere alinear con las tesis que defendía su, supongo, muy admirado Ernest Lluch, que a todo déficit fiscal le acompaña un superávit comercial.

Otra mentira, que podía ser defendible hace muchas décadas pero ya no, en absoluto. Y ni antes podía confundirse un déficit provocado por el robo de unos dineros, extraídos de nuestra economía a cambio de nada, con un superávit obtenido por los cobros recibidos a cambio del suministro de unos servicios o la entrega de unos bienes industriales que, previamente, habíamos tenido que producir: el fruto de nuestro trabajo.

¡Y estoy tan harto de tener que repetir, una y otra vez, las mismas obviedades, que ya solo me queda, también una vez más, cagarme en todas las madres que los parieron y la leche que les dieron de mamar...!

Coronel Von Rohaut

(PS) Y esto que por ser hoy Domingo de Pascua y dentro de poco ir a casa de mi hija a comerme unas costillitas de cabrito lechal rebozadas y, con mi nieta, disfrutar de una buena ración de "mona", no me quería enfadar. ¡Dioosssss... qué duro resulta ser catalán!

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