miércoles, noviembre 24, 2010

La lista negra


No soy ni he sido nunca amigo de censuras, ni boycotts, ni "listas negras".

Pero, con tiempo, deberíamos ir estableciendo una relación de personajes y personajillos, enemigos declarados de Catalunya y de los catalanes, parecida a las listas que hacen las policías de "personas más buscadas" o, en este caso, de personas "non gratas" y contrarias a nuestra nación.

Naturalmente, podríamos desechar (no olvidar que, eso, jamás) a los personajes históricos o ya desaparecidos: ni San Vicente Ferrer, ni Quevedo o el Conde-Duque de Olivares, ni siquiera el nefasto y odiado Felipe V y demás borbones que Dios confunda. Ni tan solo los generales Espartero, Primo de Rivera, Queipo de Llano o Franco; como tampoco a asquerosos "mindundis intelectuales" como los Martínez de Galinsoga y anteriores y posteriores hidalgos españoles que nos han insultado a lo largo de la historia.

Ni tampoco al Cid Campeador que, éste, solo era un profesional, un mercenario, que hacía su trabajo.

No, yo me refiero a personas públicas actuales como, por ejemplo al anterior Defensor del Pueblo Enrique Múgica y su sucesora de la que dicen que es catalana (no es catalán el que nace en Catalunya, a veces por accidente o porqué su padre era un ocupante, como debe ser esta señora que se llama María Luisa Cava de Llano, si no el que quiere y lo siente) que, ambos, persiguen nuestra lengua. Y ya debe ser el colmo del cinismo perseguir a un pueblo y titularse Defensor del Pueblo; debería añadirse: del pueblo castellano, claro.

Y dicha lista que, de larga, yo no me atrevo ni a iniciarla, debería englobar a todos los que, por activa o por pasiva, nos persiguen, maltratan de palabra, insultan y humillan, ningunean y, sobre todo, nos roban o facilitan leyes que nos avasallan y expolian. Y encima nos tratan de llorones, quejicas, victimistas e insolidarios a nosotros, precisamente, las víctimas robadas y maltratadas.

Tan pronto fuéramos independientes, con nuestro estado soberano y las estructuras judiciales y democráticas propias, en cuanto pusieran el pié en nuestro país cualquiera de estas personas, como el andaluz Alfonso Guerra, el extremeño Rodríguez Ibarra, la vasca renegada Rosa Díez, el hidalgo castellano Miguel Ángel Rodríguez, muchos cerdos valencianos, el pseudo filósofo Fernando Savater, el banquero chorizo (*) Mario Conde, los Jueces del Tribunal Supremo (en realidad, casi todos los jueces de España), etc., habría que detenerles y traducirlos ante la justicia por calumniadores (como mínimo) y agresores de los catalanes. Enemigos del Pueblo Catalán.

De ser algunos de los personajillos que, en un momento, incluso fueron catalanes, como el baboso Albert Boadella y los políticos de Ciudadanos, el bocazas (**) Alejo Vidal-Quadras, etc., la condena debería ser por traición "tout court".

Y con todos ellos a presidio. Mejor si pudiera ser en la "Isla del Diablo", en Cayena (foto de arriba y lástima que ya la clausuraron). Tan solo por higiene política; no les tengo ninguna inquina ni animadversión, a titulo personal.

Coronel Von Rohaut

(*) Ya cumplió su condena (corta), pero puedo llamarle chorizo impunemente ya que fué declarado culpable y, por cierto, no devolvió ni un duro y sigue siendo riquísimo. Y ahora hasta quiere suprimir las autonomías, que mira que ya es bien poco...
(**) Se lo dijo Jordi Pujol.

3 comentarios:

interbar dijo...

Me preguntaba yo, a propósito de las convulsiones nacionalistas que afligen a España, sobre el concepto moral de traición, concepto que se compadece del insulto que se suele oír en las manifestaciones del País Vasco "vendepatrias". El conflicto se hace insoluble, quienes somos partidarios de que lo mejor para el País Vasco y Cataluña es permanecer en España podríamos caer en la tentación de descalificar a los nacionalistas como traidores y estos podrían calificarnos como traidores a su vez a las patrias vasca y catalana. No pretendo en este escrito justificar con razones mis ideas o mi apuesta política ni ahora refutar a mis contrarios sino encontrar un terreno común entre los terrenos moral y político del concepto de traición y la libertad de opinión y opción política.
¿Quién puede juzgar, en el terreno moral, como traición una opción política, ya sea la unión o la secesión, deslindando el interés en la sociedad y el interés personal?. El único ser en condiciones de penetrar en la mente de las personas es Dios o en todo caso nosotros mismos en la soledad de la noche. Haber jurado una bandera o haber hecho profesión de fe pública no da la completa seguridad, pensemos en el espía o el quintacolumnista traidores para unos y héroes para otros. Luego existe el concepto de traición para los militares que está exento de condicionantes morales y solo los tiene operativos, es traidor el que estorba las operaciones militares e interesa acusarlo de eso.
Pues bien como aquí estamos en tiempo de paz y aplicando desde fuera los principios de buena fe y confianza legítima tendremos que respetar unos y otros las ideas del contrario, ya sean los nacionalistas las nuestras y nosotros las de ellos, para encontrar un terreno en el que debatir razonablemente.

Coronel Von Rohaut dijo...

William Joyce fue un locutor anglófono, educado en Irlanda, militante del Partido "nazi" inglés de Sir Oswald Mosley y conocido luego como "Lord Haw-Haw" por los británicos, que ejerció en la radio oficial alemana, emitiendo boletines de noticias a las ordenes de Joseph Goebbels, durante toda la contienda. Condecorado por Hitler por su actividad propagandística pro-nazi y anti-judía, dirigida a la Gran Bretaña.
Al terminar la guerra, fue detenido por las tropas británicas, juzgado por traición y colgado.
A muchos catalanes les oigo, por algunas emisoras madrileñas, "rajar" contra Catalunya o, por lo menos, contra la Catalunya catalana.
¿Como se le llamaría?

interbar dijo...

No estamos en guerra con Cataluña, está vigente la Ley y la Constitución por lo tanto mi coronel está vigente la política. ¿Que sería si consideráramos a los independentistas catalanes como traidores y aplicásemos esos métodos? Sería un error absurdo.