miércoles, septiembre 30, 2009

Meditación sobre una sencilla anécdota

Esta mañana he entrado a tomarme un ligero desayuno en un establecimiento de la Diagonal de Barcelona, en el que todo el personal era inmigrante.

Las chicas de la barra, de tez bastante oscura, por sus rasgos faciales, más que sudamericanas me han parecido oriundas del sudeste asiático y bastante monas, en lo que ellas no tienen ninguna influencia.

Iban limpias y bien arregladitas y me han atendido en la lengua del país en que estamos, el catalán, que es el idioma en el que yo he solicitado mi tentempié. Y no en un catalán perfecto, que quizás hubiera tenido menos mérito ya que hubiera indicado una larga permanencia aquí, sino en un catalán correcto, por lo esforzado.

Y no solo no me he sentido incómodo sino que incluso me he sentido a gusto, entre aquella gente foránea y de etnia distinta a la nuestra.

¡ Veis como no soy racista, en absoluto nada racista !

Lo que no soporto es la gentuza guarra o mal educada, sean de Tamanrrasset en el profundo sur de Argelia e iniciando el Sahel o África subsahariana, sean de Lahore en Pakistán, del Chaco boliviano o sean de Villanueva del Trabuco en Málaga o de la muy catalana La Seu d'Urgell.

Que no soy racista, coño....

Coronel Von Rohaut

1 comentario:

rogelio rengel dijo...

Querido coronel,

Nunca he creído que fuera racista ni tampoco tengo noticias de que esa particularidad sea aplicable a ninguno de los habitantes de la península ibérica.
Todos aceptaríamos gustosos cualquier evaluación para pasar un fin de semana con el Rey HAssan de Marruecos, con el de Arabia Saudita, o con el Emir de Qatar.
Otra cosa es la cuestión clasista y económica y la relación con gente de menos de 5000 euros de renta per cápita.
Con esos sí que hay que mantener distancias como sea.
General Rogelius