jueves, marzo 12, 2009

Comecuras

A veces sale gente que persigue a los curas a hostias. A veces hasta tienen razón y a veces no. A veces hay buenas gentes que se escandalizan de que alguien se haya dedicado a matar curas, y tienen mucha razón pues los hay de excelentes personas. Y a veces tienen razón los que, hartos de ellos, se dedican a despachar alguno.

En el Vaticano y sus aledaños abundan los que merecerían ser despenados o, por lo menos, debidamente capados.

Hace años, ignorando o pasándose por el forro de los cojones varios siglos de historia, cogieron todos los pueblos catalano-parlantes de la Franja de Aragón, administrativamente pertenecientes a la región aragonesa pero cuyas parroquias habían pertenecido siempre, desde antes de los tiempos de Jaime I, al obispado de Lleida y, de un plumazo y complaciendo ordenes superiores, los pasaron al obispado maño de Barbastro-Monzón.

Todo en honor del nacionalismo español y a merced del nacional-catolicismo castellano más montaraz y mesetario.

Y ahora están rematando la faena sentenciando que las obras de arte, religiosas o no, expuestas en el Museo Diocesano de Lleida y procedentes de iglesias y parroquias de la Franja, han de ser devueltas al obispado de Barbastro. Pero sin hacer caso, ni siquiera evaluar, que Catalunya y su Gobierno tiene numerosos documentos legales que atestiguan la propiedad de dichas obras de arte ya que las mismas fueron, en su día, compradas y pagadas o rescatadas por el obispado o las autoridades catalanas.

Sólo prestan atención o hacen caso o dan crédito a las alegaciones, que no pruebas, aportadas por uno de los bandos, el español, y fallando siempre (en este y otros casos) en contra del bando catalán.

Hace siglos y también por llevarle la contraria o no darle la razón, que en este caso no era mucha, pero si era "razón de estado" (*), el rey Enrique VIII de Inglaterra mandó a la puta mierda a la Iglesia de Roma y fundó la Iglesia Anglicana, que era una confesión cristiana pero de obediencia "nacional" inglesa y de la que el Rey era la cabeza espiritual.

¿Y si fundáramos una iglesia de obediencia estrictamente catalana, una "Ecclesia Catalanensis" y mandáramos a la mierda, juntitas y fraternalmente cogidas de la mano, a Roma y a Madrid. ¡ Y no es coña !

¿Le gustaría al Montilla ser una especie de Papa?

¡ Hosti tú !

Coronel Von Rohaut

(*) Del estado de sus huevos, que se le hinchaban en todos los sentidos, ya que iba muy caliente, quería follar con quien no debía y el Papa le ponía trabas...

1 comentario:

rogelio rengel dijo...

Por una vez, supongo como excepción que confirma la regla, ha dado Vd de lleno en el tema “comecuras”.
Sin embargo, creo que demasiado poder nunca es bueno, y menos aunar el político y el religioso.
Hay que separar la Iglesia de Estado.
No me parecería nada conveniente que el muy Honorable Sr. Montilla fuera el nuevo Papa de la “Ecclesia Catalanensis”.
Creo que ese nuevo papa, debería ser alguien con una cierta madurez, no menos de 65 años. Una persona evidentemente nacida en Cataluña pero no en población urbana, para no estar sujeto a influencias de grupos de presión. Alguien que no fuese una persona de carácter radical, y por supuesto con más de 100 kg. de peso. No es buena la imagen de un Papa como el que tenemos y me permito recordar la excelsa figura de Juan XXIII.
Debería ser una persona de esos pueblos que dejaron constancia de su existencia antes del nacimiento de Jesucristo, a través de distintos monumentos, murallas, o arcos (el de Bará es el más representativo).
En definitiva una persona, que pensando en Vd. fuera capaz de perdonarle todos sus inmensos pecados.
Evidentemente una persona con estudios, a ser posible amplios. Periodista (para atender a los medios de comunicación) economista (para cuidar de que el tesoro de la Franja no desaparezca y, sobre todo, alguien dispuesto abolir a algún mandamiento(por ejemp el 6º).
Sabe, Coronel Roahut, que si fuera necesario sacrificarme para la paz espiritual del pueblo catalán, no tendría inconveniente en hacerlo. (deberíamos consensuar el tema con los de Montserrat, y asegurar que acatasen el nuevo orden)
General Rogelius