miércoles, octubre 29, 2008

Virunga

El Congo vuelve a estar en guerra civil (¿ha dejado alguna vez de estarlo?) y la cosa está tan negra (no es un chiste) que el general español al mando de las tropas de pacificación de la ONU, a pesar de tener 17.000 hombres a su disposición y a pesar de haber sido nombrado para el cargo tan solo hace pocos meses, ha dimitido por no verse capaz de aportar ninguna solución ni contener a las fuerzas rebeldes, mayormente "Tutsis", que avanzan desde las fronteras del este con Ruanda y van ocupando territorio.

Me informan que acaban de ocupar el cuartel general de los guardas de la Reserva Nacional de Virunga, donde sobreviven los poquísimos gorilas de montaña que quedan en libertad y en peligro de extinción.

En las montañas selváticas de la comarca volcánica de Virunga actuó y se esforzó durante años la conservacionista americana Dian Fossey (Sigourney Weaver en la magnífica película "Gorilas en la Niebla") y que fue asesinada a machetazos por cazadores furtivos indígenas.

Los pobres gorilas, nuestros primos cercanos (*), entre la desaparición de su "habitat" natural y, sobre todo, la caza furtiva, sumado todo ello a las constantes luchas tribales y contiendas civiles que se desarrollan alrededor de su territorio, pueden darse por bien jodidos.

Me dan pena los miles de civiles, mujeres y niños desplazados y refugiados en aquella zona del Africa central. Pero casi me dan más pena, y que Dios me perdone, los pobres gorilas totalmente indefensos ante el salvaje comportamiento tribal de los humanos. Porqué los gorilas, igual que los orangutanes, los chimpancés y los bonobos, están desapareciendo, casi extinguidos, mientras que los humanos nos estamos multiplicando cómo ratas y arrasando con todo...

Coronel Von Rohaut

(*) Estudios recientes efectuados con bonobos, una variedad de chimpancé, indican que éstos son capaces de reconocerse frente a un espejo, así cómo de manifestar sentimientos de altruismo, compasión, empatía, amabilidad, paciencia y sensibilidad. Y logran comprender un vocabulario de cerca de 400 palabras a las que pueden responder, formuladas de viva voz. Mientras que un perro logra reconocer unas 60 palabras, cómo máximo. Es por ello que algunos investigadores y bioéticos reclaman para los grandes simios el reconocimiento del "derecho a la supervivencia y a la vida", parecido al derecho reconocido a los humanos.

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