domingo, julio 15, 2007

¡ Que viivaaa Eespañaa !

Dice una persona que se ha emocionado al ver, en el escaparate de una librería de Alemania y expuesto entre los libros más vendidos, un ejemplar de una historia de Catalunya, desde la Edad Media hasta el presente, escrita por varios profesores de aquel país.

Y se pregunta, de forma retórica: ¿cuantas veces se ha visto en alguna librería española, un libro que trate de nuestra historia, nuestra cultura o nuestra lengua? Yo le puedo contestar: ninguna.

¿Y sabe porqué? Porqué la mayoría de nuestros vecinos (¡Ojo! siempre hay honrosas excepciones) alternativa o simultaneamente, nos odian, envidian, desprecian, ningunean, ignoran, calumnian, insultan, pero siempre nos despluman, esquilman, espolian y encima nos escupen, cómo el perro que muerde la mano que le da de comer (léase lo dicho muchas veces por el Ibarra de Extremadura y otros). Por cierto esto, en realidad, los perros no lo hacen.

Y es que si en Polonia hubo siempre un gran antisemitismo, en España ha habido siempre un notable anticatalanismo; hemos sido "sus" judíos, porqué a los de verdad los quemaron y a los que quedaron, los echaron y así le ha ido al país (según el gran historiador Américo Castro, a la expulsión de los judíos se debe la perdurable decadencia española, pero esto es tema de otro artículo).

Siempre que haces amistad o trabas conocimiento con un castellano (andaluz, extremeño, etc., es lo mismo), con el que se establece una relación cordial, infaliblemente acaba soltándote aquello tan agradable de "no pareces catalán...".

Cuando escucho, todavía y después de décadas, por no decir siglos, de opresión colonial e intento sostenido si bien no conseguido, de genocidio cultural, a un catalán de pro, culto, educado y sensible pero indudablemente poco informado, decir lo de "yo soy catalán pero también me siento español" no puedo evitar el pensar en el "síndrome de Estocolmo".

¿Cómo puedes identificarte con tu peor enemigo? A menos que hayas sufrido una castración. ¡ Ey ! intelectual, eh, que con las gónadas no se juega...

Coronel Von Rohaut

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